El camino hacia el amor de Dios

El apóstol Pedro compartió una lista de cualidades que debemos desarrollar para poder parecernos a nuestro amoroso Dios. Estos objetivos para nuestro crecimiento incluyen el amor que Dios tiene.

Podemos encontrar numerosas escrituras que nos dicen lo que Dios ha dispuesto para los verdaderos cristianos en el futuro. Uno de ellos nos dice que debemos ser como Él, como hijos de Dios.

“Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es” (1 Juan 3:2).

Para poder ser como Dios, debemos tener el mismo corazón, mente y actitud que Él tiene. ¿Cómo podríamos lograrlo?

“Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él” (1 Juan 4:16).

Un amor que trasciende

La palabra traducida como amor proviene de ágape, una palabra griega muy utilizada hoy en día en los círculos religiosos. Es una palabra que no tiene un equivalente exacto en el español actual. La mejor opción que se les ocurrió a los traductores bíblicos es “amor”, pero eso no es todo.

Ágape puede usarse para referirse al amor humano, pero también puede trascender cualquier concepto humano del amor cuando describe a Dios, lo que Él es, si se quiere. El amor según Dios es la base de todo lo que Él hace y enseña. También es lo que Él desea que lleguen a ser todos sus hijos, igual que un padre humano desea que sus hijos crezcan para parecerse a él.

¿Cómo llegamos a ser como Dios?

La pregunta es: ¿cómo podemos crecer nosotros, sus hijos, para llegar a ser como nuestro Padre Celestial? El apóstol Pedro nos presenta un breve pero significativo resumen de las cualidades que debemos desarrollar:

“Vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor [ágape]”. Esta cadena de ocho aspectos importantes del carácter están relacionados entre sí. El desarrollo de cada uno de ellos es una prueba de que Dios está trabajando en nosotros para hacernos a imagen de Jesucristo. Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo” (2 Pedro 1:5-8).

Es necesario recorrer el camino

Analicemos que la primera cualidad que se menciona es la fe en Dios, porque sin fe no podemos agradarle (Hebreos 11:6). Sin fe, no tenemos ninguna base para el crecimiento cristiano.

Segundo, trabajamos en añadir virtud, que significa excelencia de carácter. Dios espera que seamos virtuosos en todo lo que hacemos.

Tercero, debemos añadir conocimiento. Esta palabra se traduce de la palabra griega gnosis, que en el Nuevo Testamento implica el conocimiento práctico de la verdad espiritual.

Junto con el conocimiento espiritual, debemos desarrollar el autocontrol. Ésta es una cualidad poco común en el mundo de hoy. Cuando alguien pasa por alto la necesidad de tener autocontrol o lo pierde, puede ser propenso a ataques de ira o rabia. Esto puede conducir a todo tipo de comportamiento indebido —por no decir impío. Dios espera que su pueblo siga el ejemplo de Jesucristo y siempre estemos en control de nuestras emociones y acciones.

A medida que continuamos creciendo, necesitaremos desarrollar perseverancia, porque tomará mucha paciencia y esfuerzo superar los malos hábitos y reemplazarlos con otros mejores.

En nuestros esfuerzos diligentes por desarrollar todas estas cualidades, estaremos asumiendo la naturaleza de Dios y creciendo hacia la perfección de la madurez que Él nos exhorta a alcanzar (Mateo 5:48). Esto se conoce como “piedad” o “semejanza a Dios”, es decir, llegar a ser cada vez más semejantes a Dios (Génesis 1:26).

A medida que crecemos en estos aspectos, naturalmente estaremos creciendo en filadelfia —amor fraternal. Esto se debe a que estamos creciendo en cualidades que favorecen (en lugar de destruir) nuestras relaciones con los demás.

La última cualidad mencionada es ágape, que aquí se utiliza para describir el amor según Dios. A medida que crecemos en este tipo de amor desinteresado, nos acercamos cada vez más a la imagen de Cristo (Romanos 8:29). Nos estaremos preparando para experimentar nuestra transformación en un hijo de Dios nacido del espíritu, y nuestra entrada en el Reino de Dios.

Seguir diligentemente el camino

Corresponde a cada cristiano buscar la ayuda de Dios para desarrollar diligentemente esas cualidades semejantes a las de Cristo y alcanzar esa meta final: ¡cumplir 1 Juan 3:2 y llegar a ser como nuestro Hermano Mayor y nuestro Padre Celestial!

Si usted desea obtener más información acerca de este tema, lo invitamos a consultar la sección “Conversión cristiana”.

Acerca del autor

Colaborador de Vida, Esperanza y Verdad

Ask a Question