¿Por qué guardar el diezmo?

A través de los años, muchos teólogos, escritores y pensadores han debatido acerca de si se debe guardar el diezmo o no. Si la respuesta es sí, ¿a quién se debe entregar el diezmo en la actualidad?

El diezmo es quizás uno de los mandamientos que más incomoda a muchos religiosos, al punto que en muchos casos han anulado este mandato de Dios.

Lamentablemente, en el mundo religioso existen muchas excusas para no diezmar, entre ellas, que Jesús abolió las leyes del Antiguo Testamento y que éstas fueron clavadas en la cruz. Para algunas personas, dar el diezmo se ha vuelto un obstáculo porque no confían en nadie a quién entregarlo. Otros, lamentablemente, han visto cómo sus diezmos han sido mal utilizados.

¿Quién es el dueño del diezmo?

En este mundo todos somos dueños de algo. Sin embargo, preguntarse quién es el dueño de todo lo que existe, es una excelente pregunta.

La Biblia menciona en muchas escrituras que el dueño de todo es Dios: "Del Eterno es la tierra y su plenitud; el mundo, y los que en él habitan" (Salmos 24:1).

No sólo Dios es dueño de la Tierra como planeta, sino que es dueño de todo lo que existe en ella, incluyendo a los seres humanos.

También se registra lo siguiente: "He aquí, del Eterno tu Dios son los cielos, y los cielos de los cielos, la tierra, y todas las cosas que hay en ella" (Deuteronomio 10:14).

Si el dueño de todo nos permite vivir dentro de su propiedad, deberíamos tomar en serio lo que Él pide de nosotros: el diezmo.

¿Qué dice la Biblia?

La Biblia menciona lo siguiente: “Indefectiblemente diezmarás todo el producto del grano que rindiere tu campo cada año” (Deuteronomio 14:22). “Indefectiblemente” significa que sin defecto debemos entregar el 10 por ciento de la ganancia de nuestro trabajo. Eso es lo que Dios nos solicita, aunque Él no lo necesite. El diccionario de la RAE define “indefectible” como algo “que no puede faltar o dejar de ser”.

¿Abolió Jesús el diezmo en la Cruz?

La respuesta a esta pregunta está en la Biblia, por la boca misma de Jesucristo: “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasarán de la ley, hasta que todo se haya cumplido” (Mateo 5:17).

Esta escritura deja en claro que “la Ley” a la que se refería Jesús era la que existía hasta ese momento, ya que aún no se había escrito el Nuevo Testamento.

De hecho, en los tiempos de Cristo los fariseos diezmaban. Uno de ellos que estaba orando decía así: “ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano” (Lucas 18:12). Cristo también mencionó que había que pagar impuestos, así como también era correcto dar a Dios lo que le correspondía: el diezmo. Por eso Jesús señaló: “dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios” (Mateo 22:21).

¿A quién debemos entregarlo?

Es bueno hacer referencia a la historia para saber a quién dar el diezmo. La Biblia señala que Abraham fue uno de los primeros en guardar el diezmo. De hecho, se menciona que él “dio los diezmos de todo” (Génesis 14:20) a Melquisedec, sacerdote del Dios Altísimo.

Luego se menciona que Jacob, (nieto de Abraham) hizo un voto de dar el diezmo de todo lo que Dios le diera, a cambio de ser ayudado en la causa con su hermano Esaú (Génesis 28:20-22).

En los tiempos de Moisés, Dios entregó a Israel, en el Monte Sinaí, la ley codificada, y se establecen allí las pautas para guardar el diezmo (Levítico 27:30-34).

Esta ley se amplía para que el pueblo supiera a quién entregar los diezmos. La Biblia dice: “Y he aquí yo he dado a los hijos de Leví todos los diezmos en Israel por heredad, por su ministerio, por cuanto ellos sirven en el ministerio del tabernáculo de reunión” (Números 18:21).

Dios quiere bendecirnos, para eso debemos obedecer su ley, atender a su voz y seguirle en todo lo que Él diga.

Hoy, los ministros verdaderos de Jesucristo, son el equivalente a los levitas, los mismos que están ahora a cargo de su Iglesia. Bueno es notar que Dios dio este mandato por estatuto perpetuo: “estatuto perpetuo para vuestros descendientes; … porque a los levitas he dado por heredad los diezmos de los hijos de Israel” (Números 18:23-24). Si este mandato es por estatuto perpetuo y los levitas ya no existen, entonces, ¿a quién se entregan los diezmos? La respuesta se aclara cuando entendemos quiénes son hoy los levitas actuales.

La orden de perpetuidad, es un argumento fuerte hacia quienes piensan que el diezmo desapareció cuando Cristo vino. Perpetuo es perpetuo.

Es correcto señalar que los ministros deben también diezmar. Ésta es una ley que debe cumplirse indefectiblemente por todo verdadero cristiano. La palabra de Dios menciona que los levitas, (ministros) debían separar del diezmo del dinero que el pueblo les entregara, y entregarlo a Aarón (Números 18:25-26).

Cabe destacar que hoy los ministros que reciben el diezmo, lo reportan y lo depositan a una cuenta central de la Iglesia, quien administra el diezmo. De ello se pagan las remuneraciones de la administración, los ministros contratados, los gastos de arriendo de salones, la producción de literatura, el mantenimiento de los sitios de internet, etcétera… todos los gastos que genere la Iglesia para funcionar. Todos estos gastos quedan registrados contablemente como evidencia de transparencia y rectitud.

¿Qué beneficios nos genera Diezmar?

1. Diezmar genera bendiciones

Cuando Dios dio a escoger “entre la vida y la muerte, la bendición y la maldición” lo que Él estaba estableciendo, era una ley basada en la obediencia. Por eso dice: “escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia; amando al Eterno tu Dios, atendiendo a su voz, y siguiéndole a él; porque él es vida para ti, y prolongación de tus días (Deuteronomio 30:19-20).

Dios quiere bendecirnos, para eso debemos obedecer su ley, atender a su voz y seguirle en todo lo que Él diga.

Esta intención de Dios de bendecirnos queda reflejada en otro libro de la Biblia, donde Dios dice: “¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado. Y dijisteis: ¿En qué te hemos robado? En vuestros diezmos y ofrendas. Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me habéis robado” (Malaquías 3:8-9).

Dios quería bendecir, pero el pueblo no estaba dispuesto a obedecer. Notemos la intención del Creador y su buen deseo cuando les dijo: “Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice el Eterno de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde” (v. 10).

El diezmo es una fuente de bendición. Todo el que ha puesto a prueba este mandamiento, sabe que los resultados son buenos.

¡Bendición hasta que sobreabunde es lo que todos necesitamos!

Saber que Dios está dispuesto a derramar su bendición sobre nosotros y nuestra familia es algo muy bonito para todos.

Sí, el diezmo es una fuente de bendición. Todo el que ha puesto a prueba este mandamiento, sabe que los resultados son buenos.

2. Diezmar potencia la actitud de dar

En un mundo, donde “el obtener” es la vara de medir, Dios nos propone todo lo contrario: “Mejor es dar que recibir” (Hechos 24:35). Este principio se desarrolla cuando diezmamos, ya que debemos desprendernos de un 10 por ciento de lo que ganamos para cumplir con la ley de Dios.

Cuando comenzamos a dar el diezmo, podemos entender que es para el servicio de los demás. Dios no desea que estemos ansiosos por las cosas de este mundo, ni que estemos preocupados por lo que hemos de comer, vestir o dónde vivir. Dios desea que, a través de nuestra actitud de dar, podamos cumplir con la misión de predicar el evangelio al mundo entero, que podamos sustentarnos espiritualmente en la Iglesia al ser alimentados por la Palabra de Dios y podamos juntos ir hacia el Reino de Dios.

3. Diezmar nos asocia con Dios

Tener un buen socio en esta vida no resulta fácil. Muchas amistades se rompen, producto de una sociedad en un negocio.

Asociarse con Dios es el mejor negocio para un cristiano verdadero. Dios es el dueño del universo entero, los cielos y la Tierra y de todo lo que en ella existe y nos puede ayudar.

Cristo, por medio de su sacrificio, perdona nuestros pecados y hace posible que seamos partícipes de su naturaleza divina, por medio del Espíritu Santo. La Biblia lo expresa así: “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo” (Romanos 8:16-17).

Dios, quien es el dueño de todo, quiere que seamos sus hijos, sus herederos, parte de su familia. Él quiere ser nuestro socio en esta vida y que vivamos eternamente con Él.

Nuestro Creador dijo que el que fuera fiel en lo poco lo sería también en lo mucho (Lucas 16:10). Diezmar es “ese poco” que Él nos pide para luego darnos toda bendición en esta vida y después vivir eternamente dentro de su familia, en su reino eterno aquí en la Tierra.

Acerca del autor

Álvaro Matamala

Alvaro Matamala

Álvaro Matamala es Ingeniero en Administración de Empresas. Casado con Fabiola Jaufrett Silva. Tiene seis hijos: tres hombres y tres mujeres. Algunos de ellos ya están casados y le han dado, hasta ahora, cinco nietos hermosos.

Llegó a la Iglesia de Dios en el año 1985 e inmediatamente ingresó a los Clubes de Oratoria. Le gusta la lectura y el estudio de diferentes temas relacionados con la historia y la geopolítica internacional.

Álvaro trabajó, por casi 30 años, como gerente en diversas empresas en Santiago de Chile y en los últimos años estableció su propio negocio de publicidad.

Fue ordenado como ministro en el año 2015 y desde el año 2020 trabaja a tiempo completo para la Iglesia de Dios, una Asociación Mundial en Chile, sirviendo a las congregaciones de Curicó, Talca y San Carlos.

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