De la edición Marzo/Abril 2024 de la revista Discernir

El espacio: la última frontera . . . de la guerra

La exploración del espacio fue un gran paso para la humanidad. Pero ahora, una nueva carrera espacial se ha convertido en el campo de batalla de una gran lucha de poder. ¿Cómo terminará?

Cada vez que la humanidad se aventura en un nuevo territorio, le siguen la competencia y la guerra.

“Siempre que los humanos van a algún lugar”, observa sagazmente el analista geopolítico y autor Brandon Weichert, “eventualmente terminan peleando por él. Después de todo, es la naturaleza humana. Y dado que la naturaleza humana es imperfecta e inalterable, eventualmente habrá una guerra en el espacio —la pregunta es cuándo, no si es que ocurrirá” (Winning Space: How America Remains a Superpower [Ganar el espacio: por qué Estados Unidos sigue siendo una superpotencia], p. 36).

Lloyd Austin, el general de cuatro estrellas retirado que ahora sirve como secretario de defensa de los Estados Unidos, ha hecho eco de la inevitabilidad de los conflictos espaciales diciendo que el espacio es “un campo de guerra” y “un escenario de gran competencia de poder”.

Aunque no es muy probable que en el futuro cercano las guerras se libren exclusivamente en el espacio, los conflictos espaciales sí determinarán el resultado de lo que ocurra en tierra firme.

Los cada vez más abarrotados campos de batalla que se encuentran sobre los cielos de Ucrania y Gaza demuestran que los conflictos en el espacio serán una parte esencial de lo que ocurre abajo.

Rusia ha intervenido incansablemente las señales de GPS ucranianas que se usan para navegación y mapeo, mientras que Ucrania ha usado satélites Starlink cruciales, provistos por Elon Musk, para controlar drones, rastrear naves de guerra, destruir centros de comando e identificar fosas comunes.

En su guerra contra Hamás, Israel ha dependido ampliamente de la tecnología satelital para sus drones y sus sistemas de defensa Escudo y Flecha.

Sputnik y la era de la astropolítica

Si bien en general se considera benigna, la exploración espacial se ha militarizado desde la primera vez que el ser humano atravesó la atmósfera.

Los estrategas militares chinos astutamente identificaron esta dependencia de la milicia estadounidense como un potencial talón de Aquiles.

El “momento Sputnik”, cuando los soviéticos se convirtieron en los primeros que lanzaron un satélite al espacio (1957), sobrecogió a los ciudadanos de occidente. Apenas más grande que una pelota de playa, con un peso de sólo 83 kilogramos, el satélite Sputnik contenía un interruptor barométrico, un sistema de control térmico, un ventilador, un transmisor de radio, baterías y casi nada más. Pero simbolizaba el control de los cielos.

Los soviéticos más tarde pusieron al primer perro y el primer humano en órbita, antes de que los estadounidenses dieran el gran salto de poner al primer ser humano en la Luna. Lo único que detuvo los diseños soviéticos de estaciones de batalla con armas nucleares en órbita fue la decadencia económica de la Unión Soviética.

Dominio estadounidense en el espacio

Estados Unidos ha sido la potencia dominante en el espacio durante más de cuatro décadas. Su habilidad para proyectar poder militar en la actualidad se basa casi por completo en su respaldo espacial. Esta supremacía sustenta todos los aspectos de su poder nacional, incluyendo el diplomático, el económico y el de seguridad nacional. También influye en su voluntad política para tomar acción, debido a la ilusión del conocimiento absoluto de los despliegues y las intenciones enemigas.

Los expertos en milicia destacan que en la Segunda Guerra Mundial alcanzar objetivos individuales a menudo requería de cientos de bombardeos y miles de bombas. Pero para el tiempo de la Operación Tormenta del Desierto en 1991 —conocida como la primera guerra espacial de Estados Unidos— un solo misil, guiado con extrema precisión por un satélite GPS, podía hacer el trabajo.

Actualmente, más del 70 por ciento de las armas estadounidenses depende de satélites para funcionar. El Pentágono se ha valido de la maestría y destreza técnicas para superar las desventajas numéricas.

“Muchos analistas occidentales”, nota Weichert, “alivian sus preocupaciones acerca de las vulnerabilidades de occidente en Europa proclamando las glorias del elixir mágico de la alta tecnología estadounidense”.

Explotando la vulnerabilidad de Estados Unidos

Pero mientras Estados Unidos daba su dominio en el espacio por sentado, los chinos analizaban diligentemente la milicia americana. Estudiaron las invasiones norteamericanas de Afganistán en el 2001 y de Irak en el 2003; y sus éxitos en el campo de batalla (los miles de bombas y misiles de crucero guiados por satélites con precisión devastadora) se atribuyeron a su supremacía espacial.

Los estrategas militares chinos astutamente identificaron esta dependencia de la milicia estadounidense como un potencial talón de Aquiles. Sin lo que China llama “la magia americana” de la comunicación, navegación, inteligencia y precisión satelital, las fuerzas armadas de Estados Unidos quedarían extremadamente vulnerables.

En las últimas dos décadas, China ha explorado muchas maneras de explotar esta debilidad percibida para ganar ventaja en el espacio. Beijing ha invertido mucho en sus esfuerzos por convertirse en la nueva hegemonía mundial para el año 2049.

Como resultado, los satélites de los que depende la milicia de Estados Unidos son ahora más vulnerables que nunca.

La nueva geografía

Los expertos militares y geopolíticos entienden desde hace mucho el valor de dominar las “tierras altas” estratégicas. Ahora, el dominio de la órbita terrestre baja se considera cada vez más la clave para controlar todas las guerras y, según algunos, el destino de la humanidad.

Estados Unidos actualmente se encuentra en una segunda carrera espacial. La supremacía en la órbita terrestre baja se percibe como un “cuello de botella” estratégico, como el Canal de Suez, el estrecho de Ormuz o Malaca.

Ataque sorpresa en órbita

Las futuras victorias en tierra, aire o agua serán para la potencia que controle el espacio. La capacidad de bloquear los esfuerzos de reconocimiento, las comunicaciones y los satélites de navegación enemigos los incapacitaría para siquiera apuntar sus armas.

El ex jefe del Estado Mayor Conjunto, Mark Milley, destacó esto cuando advirtió que “el próximo Pearl Harbor podría ocurrir en el espacio”. Un ataque sorpresa de esta índole podría dejar ciega a la milicia estadounidense.

Esta clase de ofensiva podría venir de China o su socio espacial estratégico, Rusia. También podría involucrar un arma de pulsos electromagnéticos espacial proveniente de los estados rebeldes de Corea del Norte o Irán. Y, en la práctica, esas armas podrían enviar a Estados Unidos de vuelta al siglo XIX.

De vuelta al pasado

La mayoría de las personas no se da cuenta de cuánto dependemos del espacio. La tecnología espacial es crítica para todo lo que hacemos, desde los sistemas bancarios hasta la predicción del clima. Sostiene muchos aspectos de la vida moderna, y cualquier alteración en esta área resultaría en el caos de las redes económicas y comunicacionales a nivel global.

Un ataque sorpresa en una constelación satelital podría destruir la economía, bloquear la comunicación y producir apagones masivos que paralizarían a la sociedad moderna (especialmente a los Estados Unidos).

La “tierra alta” estratégica

Como una superpotencia en ascenso, China está buscando maneras de aventajar a Estados Unidos y tiene la mirada puesta en el espacio. Su objetivo es controlar la “tierra alta” definitiva para anular la actual superioridad militar de Estados Unidos incapacitando a las flotas especiales que le dan a su milicia la ventaja tecnológica.

En una entrevista realizada en el 2021, el general David Thompson, en ese entonces vicedirector de operaciones espaciales para la Fuerza Espacial de los Estados Unidos, dijo que Rusia y China lanzan ataques a los satélites norteamericanos “todos los días”. Se refirió a ellos como “ataques reversibles” (que no causan daño permanente), pero es evidente que Rusia y China están constantemente buscando vulnerabilidades.

China ha desarrollado misiles de precisión dirigidos capaces de derribar satélites, máquinas electrónicas de interferencia y láseres terrestres capaces de cegar a los satélites en órbita, además de pequeños satélites de maniobra equipados con brazos robóticos que pueden atrapar, capturar o aplastar otros satélites.

Los recientes logros del programa militar espacial de China incluyen:

  • China es el único país que ha aterrizado exitosamente en la luna durante el siglo XXI y lo ha hecho tres veces. En el 2019, su programa espacial fue el primero que logró aterrizar en el lado oscuro de la luna.
  • China orbitó, aterrizó y desplegó un explorador en Marte en el 2021 y planea enviar astronautas chinos a la luna para el 2030.
  • China está desarrollando planes en conjunto con Rusia para construir una base en la luna y ya es el único país que opera su propia estación espacial, el Tiangong 3.
  • En el 2020, Beijing completó BeiDou, una enorme red de navegación, para competir con el sistema de posicionamiento global americano (GPS).
  • Entre el 2019 y el 2021, China duplicó su armada de satélites en órbita lanzando un satélite aproximadamente cada seis días en el 2022. China ha lanzado los primeros satélites de su constelación de banda ancha Guowang, la cual eventualmente tendrá 13.000 satélites, y está planificando un segundo proyecto, la constelación G60, que añadiría 12.000 satélites más.
  • Se predice que para el 2026 China habrá desarrollado un creciente arsenal de más de 200 antisatélites para cegar, encandilar o capturar satélites rivales.
  • China lanzó su propio avión espacial robótico reutilizable, llamado Shenlong (“dragón divino” en chino) en el 2020. La nave se parece al misterioso avión espacial americano X-37B, que es una versión robótica en miniatura del Transbordador espacial retirado de la NASA.

El sueño de China

Hace algún tiempo, cuando Estados Unidos y la Unión Soviética competían por supremacía en una carrera espacial épica, el presidente Mao Zedong se lamentó de que China no pudiera lanzar ni siquiera una papa al espacio. Pero China ha avanzado mucho desde entonces.

El presidente actual, Xi Jinping, considera el programa espacial como un orgullo nacional y parte de su sueño para China: “Explorar el vasto universo, desarrollar la industria espacial y hacer de China una potencia en el espacio es nuestro sueño eterno”.

Otros sueños nacionalistas (como someter a Taiwán al control de la comunista Beijing), dependen del dominio de la estratégica “tierra alta” que es el espacio.

El problema es el hombre, no el espacio

El filósofo francés del siglo XX Raymond Aron escribió durante el amanecer de la era espacial, antes de la invención de las maravillas tecnológicas actuales. Aún así, Aron fue capaz de predecir el dilema que la humanidad tendría con el espacio: “Si no es una revolución en el corazón del hombre y la naturaleza de los estados, ¿qué milagro podría impedir que el espacio interplanetario se utilice con fines militares?”.

Estas palabras hacen eco a lo que la Biblia reveló milenios antes cuando afirmó que la guerra existe dondequiera que el hombre vaya: “Quebranto y desventura hay en sus caminos… y no conocieron camino de paz” (Romanos 3:16-17).

¿Habrá paz en el espacio?

La Biblia revela que, en el tiempo del fin, ocurrirán varios eventos espectaculares en los cielos, incluyendo una gran guerra en contra de lo que la gente creerá que es un “invasor” del espacio. El libro de Apocalipsis describe lo dramático que será el regreso de Jesucristo a la Tierra. Él no requerirá de satélites ni armas espaciales; y no regresará de forma clandestina o secreta.

Todo el mundo “[verá] al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria” (Mateo 24:30). Su regreso será visible, estridente e inconfundible; la Biblia compara este evento con la caída de un rayo o una gran luz en el cielo (v. 27). Se escuchará un gran sonido de trompeta por toda la Tierra (v. 31) y también un gran grito anunciando el inminente regreso de Jesús y la resurrección de los muertos (1 Tesalonicenses 4:16).

A pesar de su impresionante intervención, Cristo no será aceptado como el Salvador de la humanidad al principio, sino que será considerado una amenaza para el poder de la humanidad.

Se “lamentarán todas las tribus de la tierra” y, en un estado de gran engaño, saldrán a pelear contra Jesús (Mateo 24:30). Pero la fuerza combinada de todo el poder militar de las naciones (probablemente incluyendo todas sus armas espaciales) no será suficiente.

Jesucristo glorificado “saldrá… y peleará con aquellas naciones, como peleó en el día de la batalla.  Y se afirmarán sus pies en aquel día sobre el monte de los Olivos, que está en frente de Jerusalén al oriente” (Zacarías 14:3-4).

El apóstol Juan ilustra este dramático evento en Apocalipsis 19:12-16: “Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea. Sus ojos eran como llama de fuego, y había en su cabeza muchas diademas; y tenía un nombre escrito que ninguno conocía sino él mismo.  Estaba vestido de una ropa teñida en sangre; y su nombre es: EL VERBO DE DIOS. Y los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, le seguían en caballos blancos. De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones, y él las regirá con vara de hierro; y él pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso. Y en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES”.

Jesús pondrá fin a la carrera espacial de una forma impresionante. Como el victorioso Príncipe de Paz, establecerá su gobierno para liderar a todas las naciones y acabar con todas las guerras en la Tierra y los cielos.

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